Los presidentes Bashar Al Asad de Siria (Izq) y Vladimir Putin de Rusia |
No quieren aislar todavía más a Rusia en la escena internacional.
Esa es la razón que dieron este martes los ministros de Exteriores del G7 -que reúne a las naciones es más industrializadas del planeta- para no imponer más sanciones contra Moscú por su alianza con el gobierno de Bashar al Asad en Siria.
Sin embargo, el secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, está en Moscú para presionar al presidente Vladimir Putin a que deje de apoyar a Al Asad, a quien Occidente acusa de haber llevado a cabo un ataque con armas químicas contra civiles la semana pasada.
Las gestiones de Tillerson -quien en el pasado ha tenido buenas relaciones con el Kremlin- pueden resultar irrelevantes, no sólo porque ya no viene con el riesgo de sanciones dañinas sino por el profundo compromiso del mandatario ruso con Siria.
Putin no está necesariamente apegado a Al Asad pero ciertamente no quiere ver el colapso del gobierno de un país en el que tiene intereses estratégicos, políticos y personales, y en el que ha hecho una gran inversión militar y económica.
Estrategia
"La intervención en Siria, combinada con el triunfo electoral de Donald Trump en EE.UU. (que muchos atribuyen a una manipulación de Moscú), es el mayor éxito de Putin en los últimos años", comentó Famil Isamilov, editor de noticias del Servicio Ruso de la BBC.
Después de las sanciones impuestas por el gobierno del expresidente Barack Obama y la Unión Europea, tras la anexión de Crimea y el conflicto en Ucrania, Occidente le había dado la espalda a Moscú. Rusia iba camino a convertirse en un estado paria.
"Con su intervención en Siria, Putin le dio la vuelta a esa situación. Abrió un espacio internacional de prestigio para él y para Rusia", señaló Ismailov. "Se mostró como un líder en el combate contra el terrorismo y también como el único capaz de resistir la imposición de EE.UU. en el mundo".
El analista de política internacional y experto en el Medio Oriente, Mariano Aguirre, coincide en que lo último que quiere Moscú es que caiga el gobierno sirio y el poder pueda ser tomado por uno o varios grupos yihadistas.
"Moscú teme que Siria se transforme en una 'zona franca' para este tipo de milicias y que desde ahí se coordinen y operen con islamistas radicales en Rusia", comentó a BBC Mundo el analista internacional.
"Por principio (Putin) se resiste a aceptar que haya 'cambios de régimen' político a través de la fuerza -como ocurrió en Libia en 2011- y menos todavía que ese cambio pueda ser impulsado desde Occidente", agregó Aguirre.
Política
En términos de los intereses políticos, Putin balancea dos elementos: el internacional y el interno.
En cuanto a la política exterior, con su alianza con el gobierno en Siria, Rusia regresa a la refriega en el Medio Oriente, después de estar mucho tiempo marginado.
"El régimen sirio, no necesariamente Bashar al Asad, es un aliado en una región en la que quiere ganar peso", señaló Aguirre, aunque dijo que ese peso relativo.
"Los verdaderos poderes en la región son locales: Irán, Israel, Arabia Saudita, Turquía. Ni Estados Unidos ni Rusia ni Europa tienen hoy el peso que tuvieron en los dos siglos anteriores", explicó. "Hoy la influencia se logra haciendo alianzas con los poderes locales".
Aunque eso es complicado debido a la volatilidad y complejidad de intereses, Famil Ismailov aseguró que Moscú se está perfilando como un importante actor en la región.
Fuente: BBC Mundo
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